Nos encontramos en un punto de la historia en que la tecnología avanza a un ritmo que impregna todas las facetas de nuestra vida. Nos conectamos en tiempo real con cientos de personas, pudiendo transmitir datos a alta velocidad de un extremo a otro del mundo, llevamos nuestras tarjetas de crédito en el móvil, así como los billetes de avión o las entradas del cine.
Sin embargo, los avances tecnológicos no se implementan en todas las facetas de nuestra vida. A nivel sanitario por ejemplo, se ha avanzado muchísimo en medicina física de diagnóstico, consiguiendo radiografías en tres dimensiones y a color, o resonancias magnéticas en tiempo real en las que un ordenador interpreta el tiempo que tarda un electrón en volver a su posición original tras ser estimulado para darnos una imagen de la densidad de un tejido.
En el otro lado, encontramos la medicina física de tratamiento, en la que no se han implementado apenas los avances tecnológicos existentes. Prueba de ello son las tecnologías que predominan en las salas de fisioterapia y servicios de rehabilitación: ondas cortas, microondas, infrarrojos, equipos de corrientes galvánicas, ultrasonidos, diatermias resistivas, etc… todos ellos por encima de los 60 años de existencia.